jueves, 6 de junio de 2013

Presentación en el Valey

De izquierda a derecha: Esther García, yo y Mariví Salas


Mariví Salas Venteo fue la encargada de acompañarme en la presentación de Lugares que nos habitan el pasado día 4 de junio en el Centro Cultural Valey de Piedras Blancas. Sus palabras me emocionaron. Os las dejo aquí:


No sé si a Marta le gustaría que empezara a hablar de su libro presentando su currículum literario, ese que dice que es licenciada en Filología y docente y que ha participado en diversas publicaciones y revistas literarias o que obtuvo el Premio Carreño Miranda de Poesía siendo apenas una adolescente y el de “Relato mínimo Diomedea” hace cuatro años. A lo mejor a ella le gustaría que empezara así, pero su libro y su persona me sugieren presentarla  a retazos, como las conversaciones que hemos ido  teniendo  entre el espacio laboral y el ocio.

La primera vez que Marta me habló de sus cuentos lo hizo sin querer, de forma cotidiana, casi como comienzan sus historias, en nuestro lugar  de trabajo. Ella estaba insegura y no sabía si aquel cuento titulado La gotera “estaría a la altura”; a la altura ¿de qué? –le pregunté yo–, de sus grandes autores, esos a los que tanto admira: “Kafka me cambió la vida” –me confesó–.

Leí aquella primera historia y desde mi humilde opinión  de lectora aquel comienzo inquietantemente sencillo me atrapó: “La casa tenía una gotera que caía –plot, plot, plot–“  y  a continuación me sorprendió la imagen que  comparaba el sonido de aquella gotera con “el corazón de un hombre de hojalata”. A partir de aquí ya no pude parar de leer el cuento; había creado tensión y expectación.

 El resto de los cuentos me parece que siguen la misma línea: un comienzo directo, una acción cotidiana que esconde una historia compleja; quizá porque así es la escritora, una persona cercana, que esconde pensamientos profundos (como dice ella “en mis cuentos saco a pasear mis demonios”), miedos y reflexiones que quedan capturadas en potentes imágenes escritas, como la de las agobiantes moscas de su último relato; las ves bebiendo en un charco de sangre que deja la herida de la protagonista y a la escritora le parecen “reses a la orilla de un río”.

Sus imágenes  tienen esa capacidad de sugerir  para  transformar la realidad; otras veces, sus metáforas nos evocan sensaciones  tan plásticas que casi se pueden tocar, como la maleta que lleva la señora Devereaux, la protagonista de su tercer relato: ”era una maleta de cuero negro –cuarteado y fruncido como un alga–“ o sirven  para dibujar un personaje con cuatro trazos; su hijo  era “un adolescente pálido y encorvado como un colmillo de elefante”.

Todos los cuentos están llenos de estas mágicas  asociaciones, reminiscencias kafkianas y fantásticas, poéticas  y sorprendentes porque  mezclan elementos de una cultura moderna y actual con seres de una era mitológica; “sobre la mesita, un portarretratos vacío como un cíclope ciego”. En el fondo de  ellas creo que aflora esa poeta que reescribe de esta manera su poesía.

En cuanto a los temas que trata, son sus propios temas y preguntas; ella misma me comentó que si escribe es porque lee, porque le gusta contar historias y porque le gusta preguntarse el  porqué del comportamiento de las  personas, de su forma de relacionarse entre ellas y su entorno: “¿Qué sería yo si no fuera yo?”. En esta pregunta que se hace la autora está el germen de su cuento preferido, La señora Deveraux.  Todos los grandes temas que  nos preocupan están en estas historias : la incomunicación, el miedo a enfrentarnos a la parte desagradable de la realidad en Desapariciones, el rechazo cruel  hacia el diferente en Monstruo, la preocupación por equilibrar el amor y el respeto hacia el espacio del otro en Pomelos y tampones, y en todos, existe el contraste entre la luz de esa vida sencilla , cotidiana y ordenada,  y la oscuridad de un pensamiento atormentado que  la cambia; una familia afortunada, una pareja aparentemente perfecta, la rutina cotidiana de Watanabe que todas las noches se sienta  frente al televisor  comiendo una naranja  “y con un plato  sobre las piernas para no manchar nada”; en todas estas vidas tranquilas irrumpe de repente el desorden, la obsesión, la fantasía  y rompen la realidad dejando al lector descolocado, aturdido y lleno de preguntas; y lo hace así  condensando tanto desasosiego  en unas pocas palabras como exigen los grandes relatos; así pasa con las grandes lecturas que no te dejan indiferente , como le pasó a ella con Kafka, cuyo comienzo impactante ya no pudo olvidar.
Pero el gran tema que une a todos los relatos es la influencia de los espacios, todos los cuentos se reúnen en su título inicial Lugares que nos habitan. Son esos  espacios subjetivos que  atrapan  a los personajes, física y sicológicamente; espacios que los separarán como a los protagonistas  de su primer relato, Voces, o que los asfixian  como a la familia feliz de Un poco de intimidad; aquí no hay lugares  abiertos; todos oprimen a sus habitantes, tarde o temprano.

Este mosaico de contrastes  suena a verdad, a lirismo y a emoción; el caos está en la realidad, parece que nos quiere contar, como el lado  oculto del iceberg que surge cuando menos te lo esperas, pero que  se acepta como parte de la vida.

Aunque suene paradójico, me gustaría terminar esta presentación con alguno de los comienzos de las historias de Marta porque  deseo con ello que su originalidad y su capacidad de sugerir les lleve, como me pasó a mí,  a seguir leyendo y que les transmita esa emoción y les saque, por un momento, de la  prisa cotidiana y les  deje un poso de inquietud y reflexión porque creo, como dice en su título, que este libro es un espacio que te habita y te atrapa:

“Watanabe tardó en darse cuenta de que había una mujer viviendo dentro de su armario”, “Gabriel hacía desaparecer las estaciones de tren y muchas otras cosas”, “solía quejarse de frío cuando aún estaba vivo” o en el principio del  último relato  nos cuenta que  “la primera mosca salió por el grifo de la cocina”, y ya no tenemos opción, estos principios han avivado nuestra curiosidad parar continuarlos.